Vas conociendo a gente, mucha entra en tu vida pero también sale. Cada una de esas personas que salen son únicas, dejan algo de su ser en ti y ellos se llevan un trocito de ti. Claro está que no vienen por casualidad, a lo mejor su función es enseñarte como no debes ser o que aprendas algo más de ti misma... Sea el motivo que sea no te sientas mal por su partida, sino alégrate porque eso significa que alguien mejor vendrá porque no te merecías ese dolor causado, o quizás, que simplemente no se tenía que quedar para siempre.
Los que de sí se quedan, son los que de verdad merecen la pena, los que siempre estuvieron ahí y no porque tengas algún día sin ánimos o estés un poco rara, se van. Y al principio cuando te parece que no puedes seguir sin ellos pasado un poco de tiempo aparece alguien que te acepta; así, como eres, cometieras los errores que cometieras.
No todo te lo van a pagar con la misma moneda, a veces tienes que aprender a rebajar el precio para no dar demasiado a quien no lo merece, pero tampoco le des de menos a quien se lo ha ganado.
Perdoné cosas que seguramente a mi no te perdonarían. Intenté sustituir a personas insustituibles y
olvidar a personas que no se pueden sacar de la cabeza así como así. Me decepcionó quien menos pensé que lo iba a hacer. Sonreí en medio de un mar de lágrimas. Hice amigos eternos. Lloré por los recuerdos que trae consigo una canción cuando la escucho o mirando fotos de momentos que sabes que no se van a poder volver a repetir por mucho que lo intentes. Hice una llamada solo por necesidad de escuchar una voz una vez más. Tuve miedo de perder a alguien que si me falta me muero.